Comentario
Los orígenes de la vidriera están sembrados de incógnitas. Si en el campo de la pintura o de la miniatura los problemas se ven acentuados por las numerosas pérdidas, el arte de la vidriera, por su función de pantalla de cierre del ventanal, situada a la intemperie y por la fragilidad del material -piezas de vidrio unidas por plomos- ha sufrido pérdidas casi totales hasta el punto de que algún estudioso como Sowers lo haya denominado el arte perdido. Y si éste es un problema que afecta al conocimiento de los orígenes de la vidriera en general, en el caso español resulta mucho más complejo y enigmático. Mientras durante los siglos XI y XII en Europa se desarrolla un arte de la vidriera de extraordinaria importancia, del que han llegado a nosotros ejemplos importantes, en España solamente disponemos de un solo ejemplo no muy seguro que pueda atribuirse a este periodo. Tan sólo una vidriera, dedicada al Martirio de san Lorenzo, del museo de Worcester, fechada hacia 1200, ha sido considerada como obra española. Aunque carecemos de certeza acerca de su procedencia, desde un punto de vista formal presenta analogías con obras de pintura románica española. Se trata de una vidriera procedente de una ventana de vano único alargado, rematado en forma de arco de medio punto, propia de la arquitectura románica. Con independencia de esta vidriera, con anterioridad a la segunda mitad del siglo XIII solamente hallamos algunas menciones que parecen confirmar la existencia de un arte de la vidriera en España. El Codex Calixtinus, aunque nada dice acerca de cómo serían, al referirse a la catedral de Santiago dice que "Las vidrieras que hay en la misma catedral son 63". En este sentido, si a la hora de plantear el origen de la técnica de la vidriera se ha propuesto por algunos autores una transmisión a través del mundo árabe, y en España en los edificios musulmanes existieron vidrieras de colores, esta ausencia de obras anteriores a la fecha citada no deja de resultar un tanto incomprensible.
El inicio de esta especialidad en España se produjo mediante un proceso de importación, llevado a cabo por diferentes talleres franceses que realizaron los primeros conjuntos de vidrieras conocidos para destacados edificios góticos del siglo XIII, como la catedral de León. La orientación seguida por la vidriera española del siglo XIII, de haber existido alguna actividad anterior, resultaría completamente distinta al imponer una tendencia nueva de origen francés. No obstante, la existencia de vidrieras cistercienses confirma que en el sistema de iluminación de los edificios se siguieron opciones diversas de acuerdo con determinadas formas de religiosidad, según las cuales se prefería una iluminación de los interiores, a través de ventanales aislados, diáfana y ligeramente coloreada. En el Capítulo General de la Orden, celebrado en 1134, se prohibió la colocación de vidrieras de colores en los edificios; y medio siglo después, en 1182, se ordenaba retirar las vidrieras que hubiera de este tipo. Los cistercienses fueron contrarios al uso de vidrieras de colores historiadas y en su lugar utilizaron otras de vidrio claro con escasas notas de color y que desarrollan motivos geométricos formados por la red de plomos. Las vidrieras del monasterio de Santes Creus constituyen un conjunto de primer orden de este tipo de vidriera. Distribuidas en los ventanales de la cabecera, crucero y nave de la iglesia responden a la tipología clásica de vidriera cisterciense formada por una composición geométrica regular, subrayada por la red de plomos, y por piezas de vidrio de color siena y verdoso claro y otras de colores más intensos. Se trata de un sistema de iluminación que rompe con el cromatismo de la vidriera del gótico clásico pero que, al mismo tiempo, altera el efecto de la luz natural, creando una iluminación de los interiores diáfanos, claros y atemperados. Este sistema de iluminación supone una simplificación que responde a una forma precisa de entender el interior de los edificios basada en la afirmación del valor de la renuncia frente a la ostentación y de la simplificación frente al lujo y a las apariencias sensibles.
La vidriera cisterciense constituye la antítesis de las vidrieras creadas para los edificios del gótico clásico. En España, el conjunto más importante de esta especialidad lo constituye el de la catedral de León, dado que las vidrieras que han llegado a nosotros de otras catedrales como Cuenca, Burgos o Toledo son más tardías. Gracias a la restauración llevada a cabo por Juan Bautista Lázaro a finales del siglo XIX este conjunto de vidrieras, muy maltratado por el paso del tiempo, pudo salvarse. Pero también en esta restauración se siguieron criterios no muy rigurosos en los que se desarrolló un proceso de recuperación de un arte perdido y la creación de unos modelos neogóticos. Para esta falsificación se utilizaron vidrios originales y se imitaron modelos que algunos historiadores no han sabido distinguir de las importantes partes originales.
La realización de las primeras vidrieras de la catedral de León se debió a una iniciativa de sus constructores, el rey Alfonso X el Sabio y el obispo Martín Fernández, notario real y amigo personal del rey que fue nombrado obispo de León en 1254 y comenzó poco después la construcción del edificio. En 1288, cuando el obispo hace testamento, la obra estaba muy avanzada. Tanto la catedral como las vidrieras muestran claramente la huella de unos promotores fascinados por el gótico francés en un momento en que el rey aspiraba al Imperio. En este sentido, ambos personajes, el obispo y el rey, aparecen en una vidriera muy restaurada del lado norte de la nave central que, lo mismo que otras del conjunto, fue cambiada de lugar. La vidriera, que estaría en un ventanal mucho más próximo a la capilla mayor, muestra al rey con los atributos imperiales, el manto real, la corona, el cetro y la bola del mundo coronada por una cruz. Lo cual enlaza con el carácter político y de afirmación de las aspiraciones del soberano al Imperio que corroboran otras vidrieras del conjunto a que luego nos referiremos.
El programa de las vidrieras se inició por las de las capillas de la cabecera que es la primera parte del edificio que se construyó, y de las que de esta época solamente quedan algunos fragmentos muy alterados por intervenciones posteriores y durante la última restauración. Lo cierto es que el programa iconográfico de la catedral de León se organizó siguiendo el esquema habitual de los ciclos de vidrieras de las catedrales del gótico clásico. En las vidrieras de las capillas se desarrollaron pequeñas escenas mientras que en los ventanales altos del crucero y de la nave central se representaron figuras de profetas, santos y personajes como la representación de Alfonso X que acabamos de mencionar. En el ventanal central de la capilla mayor se representa el Arbol de Jesé, y en relación formal y temática con esta vidriera se halla la primera junto a la fachada occidental del lado sur de la nave principal que o bien formó parte de la misma serie o de otra análoga.
Algunas de las vidrieras del lado norte de la nave central, que representan figuras de profetas, y del lado oriental de los brazos del crucero, con La Anunciación y La Visitación, corresponden también a esta primera etapa del programa -considerada por Gómez Moreno como del último tercio del siglo XIII- que no llegaría a completarse hasta siglos más tarde. De acuerdo con la iconografía habitual representan profetas en actitudes hieráticas cobijadas por arquitecturas góticas. Las sombras, los plegados de los paños y las facciones de las figuras se hacen acentuando el trazo firme de la grisalla aplicada sobre una paleta de color reducida de vidrios rojos, azules, amarillos y verdes.
Estas vidrieras responden a la tipología imperante en la vidriera gótica en la que se desarrollan unos modelos análogos a los de la escultura monumental de los pórticos. Los autores, sin duda, fueron maestros franceses, formados en las soluciones anticlasicistas que surgen en la vidriera francesa, concretamente en París y su región, poco antes del 1250 y que tuvieron una amplia expansión posterior. Entre esa fecha y los primeros años del siglo XIV en que lo principal del edificio estaba concluido, se realizó una parte importante del programa de las vidrieras, entre ellas las que estuvieron formadas por los numerosos paneles de una de las vidrieras más importantes de la catedral, la llamada de La Cacería.